Como suele ser costumbre, me toca escribir en este blog fantástico de
esta fantástica familia, que también es la mía.
Hoy es mi último día en Strandhill (Sligo) y siento cierta "morriña"
de tener que abandonarlo, pero la vida continúa.
Tres cosas tenía muy claras al embarcarme en
esta aventura (porque todo lo que sucede alrededor "de los 5 más el perro", es eso, una
aventura). Una era convivir en su ambiente
con mis nietos, hija y yerno. La segunda,
seguir disfrutando de este bello País que es Irlanda y que ya en ocasiones
anteriores me fascinó. Y la tercera, aprovechar el viaje y programarle en una
fecha donde poder celebrar el cumpleaños
de Susana. Y las expectativas se han
cumpliendo con creces.
Estar con Sonia es como disfrutar del Dragón Khan, la montaña rusa de Port
Aventura, las emociones están aseguradas.
No ha quedado ni un solo segundo
desaprovechado, ni un solo lugar sin recorrer en 100 km a la redonda, o
más. Ya sean casas, piedras, prados, lagos, montañas, ríos, bahías, pub´s, pueblos,
etc. Conoce, y ahora conozco yo, Sligo y
su entorno como la palma de la mano. Increíble, pero cierto. Y no es lo que hace, sino con el cariño que
lo hace. Menuda recompensa.
Innarrable ver a última hora de las tardes
como llegan los surfistas (o surferos, no tengo claro cómo definirles),
derrotados de cansancio, extasiados de coger tubos y tubos, olas y olas, bien de derechas o de izquierdas.
Sus sonrisas denotan su comportamiento y
su disfrute en estas heladoras aguas del Atlántico Norte. Y por qué no decirlo, sus magulladuras y/o
desperfectos en sus tablas. Es igual,
nada les para y no hay obstáculos. Bravo
el padre, principal motor de lo que se siente en esa casa por el surf, sus
hijos Nico y Rodri (mis nietos), y
esa hermosa Susana (mi nieta), con la que tuve el placer de compartir su 11
cumpleaños, rodeada de amigas nativas.
Ellos también han tenido sus momentos
dedicados hacia mí. Subir con mis nietos
a Knocknarea, la montaña de "su pueblo", Strandhill, ha sido una alegría inmensa. Me costó por una reciente operación de rodilla, pero lo logramos. Allí arriba nos dimos un buen apretón de
manos, como buenos montañeros, además de contemplar el envidiable paisaje del
contorno . Os dejo luego unas fotos.
Me produce además una enorme satisfacción ver
como todos ellos, sin excepción, se relacionan
con vecinos, compañeros de escuela y trabajo.
Creo no equivocarme si digo que han sido y son bien recibidos.
Y eso a mí me llena de orgullo y satisfacción.
Terminando.
El más viajero de esta gran familia ha sido el último en venir. No me arrepiento, aunque eso sí, no veía el
momento de estar y disfrutar junto a ellos y ellas: " los 5 que se
vinieron a Irlanda"
Gracias por hacerme feliz estos 10 hermosos
días.
Os quiero.
Javi.
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